México, 14
de octubre de 2014
A la sociedad mexicana (a los que quedan).
A quienes
todavía tienen ojos para leer, a quienes están y creen que nunca serán
desaparecidos, les queremos decir unas palabras.
Somos
H.I.J.O.S. México y esta vez, con la rabia de siempre, pero ya sin pesar ni
vergüenza, nos referimos a ustedes en estos términos. Todas aquellas personas
que hoy queden vivas y libres, todas aquellas personas que leen o escuchan esto
con curiosidad y que no cuentan en su familia o amistades a alguien
desaparecido, deben saberlo de una vez: ustedes siguen.
Es
terriblemente simple: por décadas nuestras abuelas gritaron en las plazas,
marcharon, repartieron volantes, se colgaron las fotos de sus hijos al pecho;
las llamaron locas, las amenazaron y las reprimieron. Mientras tanto, la
inmensa mayoría del pueblo mexicano hacía una sola cosa: nada. Voltearon hacia
otro lado; aprendieron la sonrisa sin memoria; compraron algún bien y siguieron
en la ficción de una vida sin desaparecidos, porque “no eran suyos”. Después,
dejaron crecer solos a sus hijas e hijos, sin pensar siquiera si esa piedrita
incómoda en el zapato podría crecer. Hoy, con el dolor de los años, podemos
decirles que se equivocaron: el horror ha vuelto y creció.
Somos hijos
e hijas también de su olvido, habitantes de este país despedazado, al que
estúpidamente amamos todavía, desde lo más profundo. Por eso somos hijos del
enojo, la indignación y la rabia ante los hechos acontecidos en Tlatlaya,
Estado de México y en Iguala, Guerrero; somos hijos del dolor en Acteal, El
Bosque, El Quemado, Aguas Blancas y tantas otras. Nuestros padres son y fueron
hombres y mujeres dignos y aguerridos que lucharon de distintas maneras porque
este país fuera mejor. Nosotros somos la reivindicación de sus ideales y los
mantendremos vivos siempre; porque pese a todo, nos oponemos al olvido.
Pensamos
que el horror había tocado nuestras vidas cuando estábamos por nacer, cuando
usábamos pañales; pensamos que nuestra herida sería la de luchar contra el
olvido de nuestro país, jamás contra las fuerzas que nuevamente arrebatan
padres y madres de sus casas dejando más hijas e hijos en un abrazo vacío.
Si hoy,
cuando nos siguen faltando y urge localizar a los 43 estudiantes desaparecidos;
si hoy ustedes tienen la sensación de que pueden volver a mirar hacia otro
lado; si tienen el oculto deseo de que todo vuelva a ser igual, si quieren que
este episodio de horror pase y no atormente más sus pobres almas la próxima semana,
sepan que esa es la señal inequívoca: el suelo ha empezado a desmoronarse
precisamente bajo sus pies.
Somos el
fantasma de las navidades futuras. Estamos aquí para recordarles un porvenir
que quieren desconocer. Generaciones enteras de niños, niñas y jóvenes crecen
hoy como un dolor en la raíz del miedo, construyendo un futuro que ustedes,
desde ya, quieren olvidar. Pero nosotros no olvidamos. Y no perdonamos. Por
suerte no somos los únicos.
Hoy, quizá
como nunca antes, entendemos la motivación de nuestros padres y madres al
elegir el camino que eligieron. Queremos que caiga este Estado en que todos los
partidos y niveles son cómplices; queremos castigo a los responsables y
queremos a nuestros compañeros vivos; queremos verdad y justicia.
De lo hecho o dicho hasta ahora, nada nos calma ni nos hace sentido
(salvo la rabia cruda, la gente en las calles). Losopinólogos deberían
hacer más y opinar menos; los analistas deberían moverse antes de descalabrarse
por el derrumbe de sus teorías. ¿De verdad creen que es suficiente? No esperen
que les aplaudamos a sus funcionarios cuando salen a buscar desaparecidos por
las calles como si se hubieran perdido en una tormenta; como si no supieran por
dónde y por quiénes empezar a buscar. No esperen que el verbo “esclarecer” nos
deje tranquilos, ni que sus renuncias aparezcan como actos de heroísmo: todo
eso no es ni lo mínimo. No basta. Nuestro pueblo debe tener más autoestima. Los
queremos vivos, queremos bien a sus familias; queremos tras las rejas a responsables
y cómplices, y queremos que nunca más nadie tenga que llorar un desaparecido
por motivos políticos, ni por ningún otro motivo.
La herida
en el corazón del país no podía ser más clara. Desaparecer estudiantes;
desaparecer futuros profesores. Nuestros padres también estudiaron en
Ayotzinapa, ¿es que a este país no le bastó con que ellos ya hayan dado su
vida? Nosotros pagamos el precio para que esta sociedad transitara hacia un
futuro mejor y aún así esta sociedad no lucha por merecerlo. ¿Quieren desaparecer
nuestra memoria? No lo permitiremos.
Es por esto
que, en los albores de nuestros quince años de existencia, H.I.J.O.S.
México anuncia que se replanteará su actuar, en honor a la memoria de nuestros
padres y nuestras madres, y en honor a quienes aún hoy,
ante todo, siguen luchando por un otro mundo mejor. Esa alegría que algunos
admiraban se nos borró de golpe en Ayotzinapa; los colores que solemos usar se
están quebrando entre nuestras muelas apretadas de dolor y rabia. Y no nos
vengan a contar aquella historia de la alegría y la esperanza, porque también
nosotros la inventamos, pero hoy sabe a poco y no basta.
Y lo
hacemos esta vez por ellos, por ellas. Por Elín, por Juan Carlos, por Esther,
por el Flaco, por Rafael, por Valentín, por Tomás, por Alicia. Por tantos y
tantas que nos faltan, desde hace tanto. Lo hacemos esta vez también por los
nuevos hijos, por las hermanas Alvarado, por Nadin, por Dianita, por Heber, por
Janahuy, por las nietas de Luli. Lo hacemos también por nuestros hijos, los
hijos de H.I.J.O.S., porque otra vez nos negamos a que crezcan en un país que
no se merecen.
Si la sociedad mexicana no hace hoy lo extraordinario, cuando llegue el
día en el que conozcan este dolor como propio, no nos pregunten ¿por qué no
hacemos nada en la búsqueda de sus familiares?, sólo recuerden que llevamos
décadas denunciando al terrorismo de Estado, que no es nuevo. Asuman su
responsabilidad en la continuidad de las desapariciones forzadas en este país
lleno de impunidad, simulación y corrupción. Sabemos que hay muchas personas, maravillosas y valientes, que ponen
cada día su trabajo y corazón para detener el horror. Lo reconocemos y
agradecemos, pero es urgente que nos demos cuenta de que no está siendo
suficiente.
Sentimos no
tener hoy palabras más hermosas, se nos están acabando; nos las quitaron cuando
nos quitaron a 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, como nos
quitaron a nuestras madres y padres, como ha sucedido en los últimos 45 años
que ustedes, los sin dolor, no quieren ver.
Hacemos un
llamado a la sociedad civil de todo México, de América Latina y del mundo
entero a solidarizarse urgentemente con el pueblo del cual formamos parte.
Esperamos en consecuencia que este llamado que hacemos -que no es como tantos
otros que hemos hecho- haga eco. Deseamos y confiamos en que habrá una reacción
a este grito que no hacemos nosotros, sino todo el pueblo digno de México y que
ahora replicamos. Repudien a los gobernantes de este Estado asesino a donde
quiera que vayan, exijan a los gobiernos de los demás países romper relaciones
con ellos hasta que se presente con vida a los 43 compañeros normalistas
desaparecidos, así como a las decenas de miles de mexicanos que se encuentran
también desaparecidos. Queremos justicia y si el Estado no la provee, es el
responsable directo del terrorismo en que estamos inmersos. Ayúdennos a
condenarlos como humanidad, porque los desaparecidos nos faltan a todos, desde
siempre y como nunca.
Hoy más que
nunca: no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. Juicio y castigo a
los culpables y sus cómplices.
¡Vivos se
los llevaron y vivos los queremos!
Porque las y los desaparecidos nos faltan a
todas y todos
No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos
Juicio y castigo a los responsables y sus cómplices
Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio
(H.I.J.O.S. México)
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