martes, 29 de mayo de 2018

Maternidades



Por: María Inés Mesta

“¿Para cuándo los hijos?” “Te conviene apresurarte, se te está pasando el tiempo y no querrás ser una mamá vieja”, “No conoces el verdadero amor hasta que se es madre” “¿No te da miedo no dejar tu huella en el mundo?, la verdad es que yo si quiero dejar algo, trascender” “¿Quién te va a cuidar cuando seas mayor?” “Anda, serías buenísima mamá. Tu tenlos, lo demás se va dando” “Cuando tomas a tu hijo entre tus brazos por primera vez, te das cuenta de que todo el embarazo, complicaciones, dolores de parto y, cualquier sufrimiento relacionado habrán valido la pena” “Nada más desinteresado y puro que el amor de madre”.

Estos son los mensajes que hemos escuchado o hemos repetido desde que las mujeres tenemos uso de razón. Estos mensajes se intensifican cuando estamos en edad reproductiva, y son aún más frecuentes cuando la destinataria de los mismo rebasa los 30 años de edad, y no ha podido o, peor aún, no ha querido parir. La maternidad como destino atraviesa desde nuestros orígenes nuestra construcción social y cultural como niñas y mujeres. Al mismo tiempo y como producto de la producto de la división sexual del trabajo, ha servido como un dispositivo para asegurar que el trabajo de crianza, de limpieza y formación afectiva se siga llevando a cabo cortesía de las mujeres, como producto del amor como condición intrínseca e ineludible de la maternidad.

Pero, ¿Qué pasa con quienes no hemos sentido nunca el deseo de ser madres?¿Qué pasa con quienes lo desean y no lo logran? ¿Somos acaso mujeres incompletas, rotas o egoístas cuando rechazamos el mandato de la maternidad?¿Qué pasaría si reconociéramos que el sentimiento de amor hacia los hijos no está presente en todo momento del maternaje?¿Somos malas madres cuando no anteponemos lo que se concibe como “bienestar de los hijas e hijos” a nuestros proyectos personales o profesionales?¿Somos malas mujeres cuando decidimos no ser madres?¿Qué sucede con quienes al tomar a su bebe por primera ocasión no sienten esta conexión inmediata? ¿Son ellas, somos todas unas “madres desnaturalizadas”?. Estas son algunas de las reflexiones que estuvieron presentes durante la planeación del presente conversatorio y que queremos hoy poner sobre la mesa.

Sharon Hays (1998) en su libro “Construcciones Culturales de la Maternidad” sostiene lo siguiente: “Las imágenes de los hijos, la crianza infantil y la maternidad no surgen de la naturaleza ni son azarosas. Son socialmente construidas. Su carácter natural está refutado no solo por la variación entre diferentes personas y lugares sino también por su carácter siempre cambiante.” Si compartimos la premisa de Hayes, tenemos que partir de la admisión de que las formas en que se ejerce la maternidad de una cultura a otra difieren considerablemente entre sí y a través de la historia, lo que nos lleva a un primer cuestionamiento respecto de su orden “natural”, y por lo tanto nos debiera llevar a romper con los mitos y estereotipos de la buena madre, de la madre desnaturalizada y la narrativa del llamado instinto maternal.

Asimismo, Hays desarrolla el concepto de maternidad intensiva, que se aparta del modelo de hijos como capital económico. Es este modelo de crianza infantil predominante en culturas occidentales como la nuestra, que hace de las hijas e hijos un constructo social de criaturas inocentes, que no tienen precio, cuya crianza corresponde a las madres individuales, y coloca al centro del modelo las necesidades de niñas y niños por encima de cualquier necesidad individual de la madres. En nuestra cultura, se nos han dicho que es éste el mejor modelo y el único disponible para las madres actuales, y lo hemos tomado como una verdad incuestionada, aislada de todo contexto histórico, social y cultural, y despojándolo de su capacidad de cuestionado, deconstruido y resignificado.

A través de este conversatorio, se pretende iniciar una conversación acerca de cómo se vive la maternidad, el maternaje, la decisión consiente o realidad involuntaria de la no-maternidad, desde distintas posiciones y ópticas de este grupo plural de mujeres. La esperanza es que a través de la discusión honesta y colectiva, logremos algún día deshacernos de la culpa y del juicio hacia las demás y hacia nosotras mismas, de todo lo hecho y lo que se pudo haber hecho mejor y de todo no se hizo; a rechazar imposiciones y plantarnos frente al dedo acusador y contradictorio de la sociedad, que tan pronto impone la maternidad como única alternativa para la realización de las mujeres, como desestima e invisibiliza su valor en términos sociales y económicos; que por un lado exige practicar la lactancia materna y por el otro les niega espacios y tiempo para poder hacerlo, o las reprende y avergüenza por hacerlo en público, por hacerlo por períodos insuficientes o muy prolongados; que por una parte exige todo el tiempo, atención, amor, dedicación y recursos en el desempeño de esta actividad, y por la otra estructura sus actividades de acuerdo con modelos laborales neoliberales que impiden una verdadera conciliación entre las necesidades económicas y las necesidades afectivas que conlleva su ejercicio, en detrimento de la salud y bienestar de las mujeres y desincentivando la corresponsabilidad paterna.

La invitación es también reconocer que no todas las maternidades son libres, deseadas, o elegidas; que se vale renegar, que se vale equivocarse, que es un trabajo. Que es mucho trabajo. Que si bien el amor hacia las y los hijos ayuda a hacerlo más llevadero, es ingrato en muchos sentidos y en ocasiones no es suficiente para contrarrestar el agotamiento, la duda, la sobrecarga; a reconocer que existen otras formas de trascender, más allá de la maternidad y a reivindicar esta decisión. Es un llamado a construir modelos de maternidad no opresivos, en nuestros propios términos, que no nos desdibujen en nuestra individualidad y que no nos anulen como sujetas de derechos con proyecto de vida y dignidad propia; es un llamado a vivir el maternaje en libertad, a dimensionar el valor social y económico que conlleva, a respetar y valorar los proyectos de vida de mujeres diversos dentro del proyecto de maternidad y diversos al mismo, a visibilizar  y comprender que el amor y la plenitud tienen muchas formas, mismas que habremos de construir cada una en lo individual, pero en beneficio de todas en lo colectivo.

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